No hay variación si dijo que hoy no fue un buen día; hace semanas o quizá meses no tengo uno a mi medida. Pero justo éste, el reloj marcó la hora, tomé de prisa un baño y acudí a aquél lugar que detesto, por que en él abunda la gente ineficiente y sin escrúpulos. Aguardé cerca de treinta minutos sentada viendo la cara de aquella mujer que escribía interminables líneas; como si el sólo contemplarme diera pauta a su deducción del proletariado enfermo. En fin, me dio la hoja y vi que en realidad sólo me había recetado un descanso prolongado. Tenía prisa así que reservé mis maldiciones para una ocasión especial. Caminé a la salida, vi a la gente que me miraba como si estuviera infectada (algo muy común desde hace poco) y entonces el semáforo te detuvo, crucé la calle y oh sorpresa eras tú presumiendo tu nueva felicidad. Me propusiste subir y mis pies no supieron si mi mente había aceptado (Creo que si por que cuando abrí de nuevo los ojos te tenía junto a mi), me invitaste a desayunar por que te dio lástima ver como mis huesos se asoman de mi piel, caminamos hacia el restaurante y acaso pareciera que las edades se nos hubieran invertido; yo, tan demacrada y vieja mientras tú inyectado de la juventud que te regala tu nueva adquisición. En tanto, me platicabas de lo mal que ahora es tu vida pero que aún tienes fe de que las cosas mejoren ¡Sí, tu hablando de fe! No cabe duda que la otra te ha enseñado la cara opuesta del dios del que fuertemente renegabas.
No te critico, tu sed por experimentar cosas nuevas te ha llevado lejos
Te conozco y sé que no quisiste decir algo con relación a nosotros por temor a verme llorar; e hiciste bien, de todas maneras me hubiera quedado callada como tantas veces lo hice; el reloj seguía marcando su tic tac y era la hora de salir de aquel lugar; me tocaste el cabello y rememoré las caricias de perro fiel. Mientras, yo contenía mis ganas de hacer todo contigo.
Lo admito, me dio gusto verlo Señor, pero no se vanaglorie conmigo creyendo que después de tantos años se olvidan los defectos.