martes, 3 de noviembre de 2009

LA HISTORIA Y LA COMUNICACIÓN DESPUÉS DE TODO SÍ CONVERGEN

Había caído la noche y por alguna extraña razón permanecía parada en la acera como esperando a que el tragaluz dejara de iluminar, para así poder llorar de nuevo como hace meses hice cuando diste media vuelta hacia sus brazos. De pronto vi tu silueta cruzar, pero mi mirada tardía sólo vislumbro tu espalda alejándose entre muros desiguales; eras tú, tu cabello brócoli te delataba. Corrí entonces a casa y encendí la luz de la recámara para que tal vez a tu retorno fijaras la mirada a mi ventana y supieras que esperaba ansiosa tus gemidos adueñados con mi nombre, pero aquello jamás sucedió. Imaginé tu beso entre los espejos de mi casa y los hijos de puta rieron a carcajadas diciendo que eso no se volvería a repetir.
Al día siguiente, recibí un mensaje con tu nombre invitándome a repetir las caricias que remueven y me hacen recordar mis ganas de mujer fértil ¿por qué hasta tu regresas cuando estoy dispuesta a olvidarte? En teoría hasta tu aroma para mí está enterrada en el jardín de mis abuelos, el mismo en donde en ocasiones el perro husmea entre sus fotografías y mi media felicidad. Algún día entenderé que eres dulce que provoca empacho.

Mandar todo al carajo sería lo correcto, pensé y como por decreto el tragaluz se apagó. Entonces llevé mis manos al rostro para enjugar mis lágrimas.

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