miércoles, 24 de febrero de 2010

Escuché el murmullo de tu estrepitosa voz pidiendo ayuda, extendías la mano esperando que de igual modo yo lo hiciera y te sacara del hoyo del que cuelgas Marina, aún puedo recordar tu carita de mujer hecha a la fuerza derramando lágrimas y manchando tu vestido nuevo; te miré a los ojos y no pude más que apresurar mi paso por que realmente tenía cosas importantes que hacer, lo admito me diste lástima.
Aquella vez en el mirador ¿lo recuerdas? Cuando con tu insolente belleza dijiste que iniciabas de cero y lo primero que hiciste fue cambiarte el nombre, teñiste tu cabello y comenzaste a usar tacones para denotar que eras una mujer renovada en busca de la perfección y del brazo del hombre con el que apostarías tu fortuna. Solté una carcajada, primero por tu vestimenta tan pedestre y después por tu incoherente seguridad, mientras, tú te burlabas secretamente de mí; porque al final de todo las dos no nos podíamos mentir, habías cumplido quince años y el determinismo tenía que hacer lo propio contigo. Jamás quisiste que te lamiera las heridas.
Han pasado seis años, estás vieja con marcas de flagelo y con tu medio intento por purgar tus culpas; has dejado de llamarte Marina y ahora utilizas un nombre pueril al cual no haces tributo. No te culpo; siempre tuviste inclinación por cosas que no eran a tu edad, te molestaba mi exceso de pasividad e hiciste que aguardara en la muda de ropa vieja y fotografías de tus cumpleaños.
Resígnate Marina, no tienes nada nuevo que ofrecer, acepta que en un tiempo pasado yo si me satisfice con todo lo que era, mi pasividad me hizo llevar una vida tranquila, era inteligente, me realicé y jamás tuve que hacerme de artimañas para conseguir la podredumbre, nunca fui lo prohibido.
Admite que después de todo Mónica te superó.

sábado, 6 de febrero de 2010

UN BILLETE EN LA CIGARRERA

Eso soy para ti, un pedazo de papel cortado matemáticamente, revestido con un color “lindo” según tu clasificación por tonalidades y texturas y con incrustaciones destellantes de falso brillo que se pierde al moverlo en dirección opuesta.
Aguardo en tu cigarrera el día de ser tomada como tu mecanismo productor de la felicidad infinita, del día en que nos contemplemos desnudos las necesidades y cara a cara nos digamos cuánto nos repudiamos el uno al otro; porque aunque me guardes en tu cigarrera de Carey, no disimulas la pena que te da tener consigo un trozo devaluado. Supongo que al principio pensaste que al toparte con un billete extratempóreo, poco a poco mirarías en él la belleza que lo hizo valer tanto en su época, que a pesar de tener algunas fisuras lo conservarías vaporosamente por ser de una serie limitada; y que era una buena inversión al pasar de los años; pero sucede que ha sido todo lo contrario; en tus momentos de pobreza no te ha mitigado el hambre, y te sientes impotente por no poder canjearlo en prematuros éxtasis. ¿La razón? Muy fácil, nadie quiere conservar además de ti tu billete roído, por que ocupa un lugar inútil en su cartera y además nada vale uno que lleva impreso en su delgadez un símbolo que indica baja denominación.