Entonces miro tu ventana y escribo líneas que no saldrán del círculo de mi imaginación, cierro los ojos y me vienen a la mente momentos anhelados que jamás sucederán, lagrimeo un poco y escucho a mi padre decir que no hace falta llorar por los muertos, así sucede cuando nuestros ojos cruzan cómplices miradas; miradas librando viejas batallas.
¿Acaso nunca os habéis pasado el síntoma del enamorado delator? El mismo que te mira desde su trono de salvación pero al cual jamás eres invitado, como en aquella parábola que escuchabas de la boca de dios, en la que te aconsejaba no tomaras asiento en una mesa con reservación para dos; no la hagas tanto por conservar la dignidad sino por tu propio bienestar. ¿Bienestar, acaso dios repite frases sacadas de libros de superación personal, o de la revista que hojeaba mientras esperaba su turno en el dentista?
Cambiando de tema, te invito un café.
Yo, descafeinado vos sabés que por las noches duermo para no soñar que te tengo entre la saliva y mis piernas. No piense que estoy loca por el hecho de hablarle en diferentes formas, pero quizá note mi gusto por las lenguas exóticas. Capítulo 1: no existen los encuentros casuales, el destino no está trazado por nadie y el odio no es amor. No finjamos otra vez querido amigo, que nos amamos con locura si al cerrar la puerta fantaseamos con nuestro vecino. Además a que idiota a partir de ti asegura que el odio puede ser un sentimiento que espera en casas de cambio.
Dejemos de jugar al amor funcional, bien sabemos que jamás estarás conmigo aunque lo intentes, aunque me beses la mejilla y asegures que soy el nuevo amor de tu vida; como días atrás otros labios lo pronunciaron.
El café se terminó y de la misma manera mi intención de charlar, además hoy tengo clase de pintura, quizá mi profesor acepte ser mi cómplice en esto del amor revólver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario